Vuela

Y la niña llora y la imagen en el espejo ya no la reconoce.

Siento como el aire caricia mi rostro. Mi cabello flota y se enreda con el viento. El tiempo se detiene y sólo importa ese instante. Vuelo y caigo. Vuelvo a volar. Vuelvo a caer. Soy feliz. Soy libre. Puedo volar.

Mi falda sube y deja ver mis pantorrilla y noto como el viento acaricia mi piel. Las miradas no importan, los cuchicheos se apagan. Puedo volar.

Me siento libre. Vuelo una y otra vez sintiendo la libertad en su estado puro. Una libertad que sólo la inocencia de una niña puede disfrutar sin las cadenas de la mal llamada madurez. Unas cadenas invisibles que te impiden volar, sentirte libre.

La niña se siente libre , puede volar y aunque sabe que sus pies descalzos volverán a tocar el suelo no importa. Ese instante en el que vuela, en el que siente la libertad absoluta, es un instante de felicidad plena. Un instante sólo para ella, que no tiene que compartir, que no tiene que pedir , que no tiene rogar. Un instante de felicidad que arrebata con un salto y que le arranca una sonrisa mientras las miradas de los adultos se preguntan en qué momento olvidaron.

Y la niña llora porque no la reconoces porque la has olvidado y quiere que vuelvas a sentir la caricia de la libertad. Vuela, te dice, vuela. Las cadenas son invisibles, mírame, estoy aquí.

Reencuéntrate, reconócete. Vuela. Siente como te liberas de las cadenas y salta, salta como cuando eras niña y olvídate de las miradas, del mundo. Siéntelo: el instante, la libertad, el cosquilleo en la piel, el corazón en la boca.

Recuerdo vagamente esos momentos en los que me sentía libre, fuerte, sin limites. No importaba que mi pelo se despeinara ni las miradas. No podían tocarme , estaba en el cielo, yo podía volar y ellos habían olvidado.

Me miro en el espejo y busco a esa niña. Busco ese instante. Miro al cielo y recuerdo que un día podía volar.

Y la niña llora y la mujer busca. La niña te llama y un día, el corazón se agita y tu piel se eriza. Y miras al espejo y ves que la niña siempre estuvo ahí en tu mirada, en la comisura de tus labios cuando te arrancan una sonrisa.

Y la niña te susurra: vuela.

Deja un comentario